miércoles, 16 de marzo de 2011

EL REGRESO

Durante décadas, nuestro país sufrió la constante migración de científicos al exterior. A partir del año 2003 se logró revertir esa tendencia y retornaron más de ochocientos investigadores, de los cuales casi medio centenar volvieron para trabajar y enseñar a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.


La migración de científicos es un problema que afecta al conjunto de los países periféricos en beneficio de las naciones centrales. En Argentina, este proceso, conocido popularmente como “fuga de cerebros”, empezó a desarrollarse a partir de la segunda mitad del siglo pasado y se fue profundizando con el correr de las décadas.
Un momento emblemático que selló el inicio de la destrucción sistemática de la estructura científica y tecnológica nacional, fue la tristemente célebre “Noche de los bastones largos”, cuando por orden del dictador Juan Carlos Onganía fuerzas policiales desalojaron de manera violenta cinco facultades de la UBA que permanecían ocupadas por profesores y estudiantes en rechazo a la intervención de las universidades que el gobierno militar había decretado. Como consecuencia de este hecho brutal, alrededor de 1.300 científicos y técnicos se fueron del país y más de seis mil renunciaron a sus cargos de la universidad.
Posteriormente a la persecución ideológica y al terror implementado por la última dictadura cívico militar, para la cual, dado su profundo oscurantismo, cualquier persona cercana a las ciencias era, a priori, un subversivo, se le sumó la imposición de un modelo económico cuyo eje central era la especulación financiera, que logró truncar el largo proceso de industrialización por sustitución de importaciones que venía desplegándose durante décadas en el país. En el marco de ese “nuevo” proyecto de “reorganización nacional”, donde la aspiración al desarrollo dejó de formar parte de la agenda política, la ciencia no podía ocupar más que un lugar subalterno entre las prioridades del Estado.
La recuperación democrática no logró tener la fuerza suficiente como para revertir la situación y las sucesivas crisis hiperinflacionarias acentuaron las tendencias migratorias. Durante la década del 90, el gobierno de Carlos Menem profundizó el modelo económico impuesto por la dictadura. La ciencia ya no era una inversión si no un gasto que había que ajustar lo más posible. El desprecio por la actividad científica se puso de manifiesto con el recordado exabrupto del ministro de Economía Domingo Cavallo que, en 1994, mandó “a lavar los platos” a los investigadores que reclamaban mejores salarios y condiciones para desarrollar su trabajo.
La recesión de los últimos años de la década del 90 y el posterior estallido de la convertibilidad a principios de este siglo marcaron un punto culminante en el éxodo de argentinos hacia el primer mundo. Muchos de ellos eran investigadores que buscaban en Europa y Estados Unidos una posibilidad que en Argentina parecía vedada, vivir dignamente de aquello para lo que se habían formado: la práctica científica.
La profundidad de la crisis permitió que, a partir del año 2003, comenzara a implementarse un nuevo modelo económico, basado ya no en la valorización financiera sino en el crecimiento de los sectores productivos a partir del fortalecimiento del mercado interno y las exportaciones. El nuevo escenario dio lugar a la reaparición de las discusiones acerca de las estrategias para el desarrollo que, en el siglo XXI, sólo puede instrumentarse a partir de economías basadas en el conocimiento. En este marco la inversión en ciencia y tecnología comenzó a recuperar el lugar que había perdido dentro de las prioridades del Estado.
La instrumentación de un plan de estas características requiere ineludiblemente la participación de recursos humanos altamente capacitados. Argentina los tiene, pero muchos de ellos, alrededor de seis mil científicos, se encontraban viviendo en el exterior. Con el objetivo de recuperar a muchos de estos investigadores, se puso en marcha en 2003 el Programa RAICES (Red de argentinos investigadores y científicos en el exterior) que cuenta con una serie de herramientas destinadas a promover el retorno de científicos al país.
Al mismo tiempo, comenzó un progresivo aumento de los fondos destinados a ciencia y tecnología; una paulatina recomposición salarial; la incorporación masiva de investigadores al Conicet; el incremento en el número y el monto de becas doctorales; la ampliación de la financiación de proyectos de parte de la
Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y la construcción del Polo Científico Tecnológico en el barrio de Palermo.
Además, en el año 2007 se crea el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, a cargo de Lino Barañao, y en el año 2008 se sanciona la ley 26.421 que transforma al Programa RAICES en una política de Estado.
Si bien resulta razonable, en el ámbito científico, juzgar los resultados de una política en el mediano y largo plazo, ya se puede detallar que a partir de la utilización del conjunto de herramientas implementadas y de la sostenida mejora en la situación económica y social de nuestro país, más de ochocientos científicos han vuelto a la Argentina desde el año 2003. Si bien todavía muchísimos investigadores permanecen en el exterior, esta es la mayor cifra registrada desde que comenzó el proceso de éxodo de científicos e implica, al mismo tiempo, un freno en el abundante aporte de talentos que nuestro país realizó a los países desarrollados.
En este contexto, la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA trabajó fuertemente junto con el MINCyT para lograr la repatriación de muchos científicos que se habían formado en sus aulas y laboratorios. Muchos de ellos eran jóvenes que habían viajado para realizar doctorados o “posdocs” y que luego habían decidido quedarse en el exterior frente a las tentadoras ofertas laborales que recibían y a las dificultades que tenían para reinsertarse en el sistema científico argentino.
A partir del esfuerzo realizado, desde el año 2006, cuarenta y ocho científicos regresaron para investigar y/o enseñar en alguno de los distintos departamentos e institutos que forman parte de Exactas.

El documento completo cuenta con el testimonio de veintidós investigadores que decidieron volver al país para hacer ciencia en la Facultad. Podes acceder desde acá: http://exactas.uba.ar/download.php?id=1665


Fuente: Área de Medios de Comunicación | Secretaría de Extensión, Graduados y Bienestar | FCEyN | UBA

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